9 de mayo de 2013
Cuando comenzó Morales,
con esa vulgaridad que lo caracteriza, a formular sus preguntas cargadas de
mensajes que reformulaban sus contenidos, con citas a esas teorías instaladas
por la corporación mediática para sembrar miedo y congoja en la gente; cuando
advertí lo virulento del intento por embarrar la cancha, me quedé mirando TN
sin perder una palabra. Y más tarde se sumaron los aportes en el mismo sentido,
del tal Cimadevilla, de Negre de Alonso y Laura Montero. Las ofensas personales, las infamias ensayadas afortunadamente
sin éxito contra la estabilidad del modelo fracasaron de una manera tan
evidente, que TN no tuvo más alternativa en determinado momento, que abandonar
la transmisión en directo que había sostenido durante casi la totalidad del
debate. Y ahora lo importante. Aclaro que, las conclusiones a las que arribo, y
de puro loco nomás, las sometí a rigurosos filtros para no caer en esos vicios
tan peligrosos para la percepción, que son el exitismo, el triunfalismo, y el
voluntarismo. Y tengo que decir entonces, que tenemos que sentirnos
razonablemente satisfechos con la capacidad de reacción política de esos
hombres y mujeres –que acompañan a Cristina- y que claramente se desempeñaron
en el debate con incuestionable solidez política, filosófica, y técnica. Y
moral, claro. Un capítulo aparte sería, en un eventual y muy tentador análisis
pormenorizado de la evolución del debate, la educación, tranquilidad, y
claridad de conceptos de Moreno “el bárbaro”. Al fin que, se nos ha dado el
presenciar otra clase magistral de política con mayúsculas.
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