9 de febrero de 2012

             Cristina se emociona cuando una mujer agradecida le dice que, cuando llueva, ya no perderá los recuerdos de vida.... y suelta una fresca carcajada, cuando un hombre agradecido le dice “...no le digo que la amo, por que después tengo que volver a mi casa...”, y se emociona hasta las lágrimas, cuando despide (por ahora) al flaco Espineta. Y sin perjuicio de su solemne canto a la paz del otro día, rescata a un intendente presente en el acto -ex combatiente de Malvinas-, como al patriota heroico y respetable que será para siempre.
            En un informe de 678, escuchamos a Espineta decir que “...aunque la música sea excelsa, esa excelencia y refinamiento tienen que ocurrir dentro del individuo...”
                                                         Y cosas así.
             Es decir, podemos mirar sin miedo ni prevenciones el afuera, y percibir como si estuviéramos respirando (por lo inmediato y natural), la ocurrencia de la vida en su dimensión estética. No lo racionalizamos (afortunadamente), pero hay un suceso de tipo físico en nosotros. Una suerte de acomodamiento de nuestras partes, la recuperación del balance.

           Así, receptivos, disfrutamos naturalmente de la otredad, y nos nutrimos. Y somos mejores. 

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