Había gente llorando.
Era de noche, y
había gente llorando, los pies helados.
Una serpiente fantasma
se ocultó en mí,
aterrada por los niños que flotaban
con los brazos abiertos,
buscando inútilmente asirse a los que lloraban.
Y aún,
no había luz en la noche, ni fuego, ni alimentos,
por lo que la gente lloraba, y resoplaba,
alejando más a los niños que flotaban
boca abajo
las caritas aplastadas contra el frío.
Asimismo,
había caricaturas animadas en blanco y negro
de burgueses,
los vientres abultados,
la mano izquierda
colgando del pulgar enganchado
del bolsillo de refinados chalecos,
la derecha sobre sus piernas.
Les pregunté: ¿qué hacen?
Estamos gobernando, dijo uno,
con voz de infinito cansancio.
Finalmente,
había un escenario que se
erguía,
Inexorable,
inapelable como agua que, encerrada,
busca una salida y sube.
No hay comentarios:
Publicar un comentario